Cuida tu hígado

El hígado desempeña muchas funciones vitales dentro del cuerpo humano, por lo cual no hay una sola prueba que tenga la capacidad de detectar el estado de la función total del hígado. Para esto se utiliza un conjunto de pruebas, denominadas “Pruebas de Función Hepática”.

 

Para una correcta interpretación de las pruebas hepáticas, es necesario acompañarlas de un historial clínico completo y de un examen físico apropiado. Las enfermedades hepáticas son comunes y silenciosas, son una causa importante de muerte enel mundo. Las principales entidades asociadas a daño hepático incluyen las enfermedades virales, la hígado graso no alcohólica y por exceso de alcohol, entre otras.

Las pruebas de función hepática se utilizan en general para:

  • Determinar presencia o ausencia de daño en el hígado
  • Realizar diagnósticos específicos
  • Determinar severidad y establecer pronósticos
  • Monitoreo de la enfermedad

Algunas pruebas hepáticas como, las Transaminasas, Gamma GT y Fosfatasa Alcalina indican la presencia de daño en el hígado y la falta de permeabilidad de las vías biliares.

Las pruebas de función hepática no deben interpretarse como resultados anormales aislados, sino utilizando paneles con patrones característicos que permitan identificar o aproximarnos al diagnóstico de las enfermedades hepáticas, esto debido a que las pruebas pueden ser anormales en muchos procesos que no son precisamente de origen hepático, como por ejemplo la presencia de bacterias en sangre (sepsis), el infarto agudo al miocardio y otras infecciones bacterianas.

Pruebas de laboratorio

Transaminasas: La alanino aminotransferasa (ALAT) y la aspartato aminotransferasa (ASAT) son los indicadores más comúnes utilizados para evaluar la presencia de necrosis (muerte celular) hepática. Las transaminasas son poco específicas del daño de las células hepáticas, siendo más específica ALAT que ASAT, ya que ésta no sólo se encuentra en el hígado sino también en el músculo esquelético y cardíaco, en el riñón y en los eritrocitos.

Fosfatasa alcalina: Se encuentra presente en varios tejidos, incluyendo el hígado, el hueso, el riñón, el intestino y la placenta. La del hígado es un marcador de disfunción biliar, cuyos valores se pueden aumentar hasta 10 veces en obstrucciones de las vías biliares, en procesos infecciosos o en presencia de masas. También se encuentra aumentada en el tercer trimestre del embarazo, en enfermedades intestinales y en la cirrosis.

Gamma GT: Su origen es casi exclusivamente del hígado y no es producida por el hueso; su medición va de la mano con la fosfatasa alcalina, ya  que valores elevados de fosfatasa alcalina acompañados de unos valores elevados de Gamma GT que se asocian con una enfermedad del tracto biliar.

Colesterol y Triglicéridos: Debido a que el hígado es el encargado de almacenar y distribuir la grasa por el organismo, una alteración hepática severa dará lugar a lipemias (presencia de lípidos en sangre). Hay que tener en cuenta que existen otras patologías que elevan la lipemia, como la diabetes.

Glucosa (azúcar en sangre): El hígado actúa como la reserva de glucosa del cuerpo y ayuda a mantener los niveles de azúcar en la sangre circulante. El hígado almacena y también fabrica azúcar en sangre dependiendo de la necesidad del cuerpo.

Ácido Úrico: Es una sustancia producida en el hígado, derivado del metabolismo de la purina, una base nitrogenada presente en los alimentos que consumimos. Los niveles elevados de ácido úrico pueden causar gota y cálculos en los riñones.

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Bibliografía

Balcells, A. (1989). La Clínica y el laboratorio. España, España: Masson – Salvat.

Daza, E., Fernandez, E., Moreno, I., & Moreno, M. (2008). Aproximacion al Diagnóstico de enfermedades hepáticas por el laboratorio clínico. Medicina & Laboratoio, 14(11-12), 433-546.